sábado, 21 de junio de 2025

La vida en un verbo: «Amarás».

La vida en un verbo: «Amarás»

Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó. Un hombre. Y no debe haber ningún adjetivo, justo o injusto, rico o pobre. Puede ser incluso un deshonesto, un bandido. Es el hombre, todo hombre. Su nombre es: despojado, golpeado, solo, medio muerto. Nombre eterno: dondequiera que el mundo gime con las venas abiertas; hay un inmenso peso de lágrimas en todo lo que vive.

 

Un sacerdote bajaba por ese mismo camino. Y el primero que pasa, un sacerdote, lo rodea, lo esquiva, pasa de largo. Pero ¿dónde está ese más allá? ¿Qué hay más allá? Más allá del hombre está la nada, lo absurdo, lo inútil.

 

Nadie puede decirse ajeno a la suerte del hombre, nadie puede decir: yo no tengo nada que ver. Todos estamos en el mismo camino, en la misma historia; todos nos salvaremos o nos perderemos juntos.

 

En cambio, un samaritano se compadeció de él y se acercó. Dos términos de una carga infinita, hermosos. Palabras que rezuman humanidad. No hay humanidad sin compasión y sin acercarse.

 

La compasión es el menos sentimental de los sentimientos, el menos edulcorado, el menos emotivo, es «sufrir juntos».

 

Se baja del caballo, se inclina, y tal vez tiene miedo, tal vez teme a los bandidos que aún están cerca o a una trampa. Pero la compasión no es un instinto, es una conquista. La proximidad es una conquista que pone en el centro el dolor del otro, no mi propio sentir.

 

Y hay diez verbos seguidos para describir el amor: lo vio, se compadeció, se bajó, derramó, vendó, cargó... hasta el décimo verbo: volveré para pagar, si es necesario.

 

Este es el nuevo decálogo, los nuevos diez mandamientos de todo hombre, creyente o no, para que el hombre sea hombre, para que la tierra esté habitada por «prójimos», para una nueva arquitectura del mundo y de la historia.

 

Le preguntan a Jesús: ¿qué debo hacer para estar vivo? ¿Cómo se hace para ser hombre? Jesús responde con un verbo: amarás, y con un relato en el que se encierra la posible solución de la Historia, el destino del mundo y el destino de cada uno.

 

Todo nuestro futuro está en un verbo: amarás. Un verbo en futuro porque se trata de una acción que nunca termina, porque durará mientras dure el tiempo. Porque es un proyecto, y es el único. No es una obligación, sino una necesidad para vivir.

 

¿Qué debo hacer mañana para estar vivo? Amarás. ¿Qué haré el año que viene y en mi futuro? Amarás. ¿Y la humanidad, su destino, su historia? Solo esto: amarás.

 

Una parábola en el centro del Evangelio, y en el centro de la parábola, un hombre. Y un verbo: amarás. Ve y haz lo mismo. Y encontrarás la vida.



P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Aprended de mí, dice el Señor, a acoger y a incluir.

Aprended de mí, dice el Señor, a acoger y a incluir Me gustaría proponer tres pasajes de la Biblia, de los Evangelios, que nos ayudan a arro...