lunes, 3 de febrero de 2025

Cada acto compasivo hace grande al mundo.

Cada acto compasivo hace grande al mundo 

En una época histórica caracterizada por el fenómeno de la globalización, en la que los seres humanos, profundamente diferentes, nos encontramos cada día, n0s tocamos, nos alejamos, etc., reflexionar sobre la humanización es, en primer lugar, repensar nuestra manera de ser y de estar en el mundo. ¿Existen gestos "humanos", palabras "humanas", capaces de iluminar nuestro momento presente? ¿Y podría la compasión una clave para traer esta luz? La compasión (del latín cum patior – sufrir con – y del griego συμπἀθεια, sympatheia – simpatía, sentir emociones con… –) es un sentimiento mediante el cual un individuo percibe emocionalmente el sufrimiento de los demás y desea aliviarlo. 

Tomás de Aquino la considera la más alta de todas las virtudes, ya que no sólo abre al individuo al destino de los demás, sino porque lo abre a los más débiles, a aquellos que más necesitan ayuda y que sufren. Arthur Schopenhauer hace de la compasión la piedra angular de su sistema moral. Todo amor es compasión, todo amor puro y sincero es piedad, un amor que no es piedad se reduce al egoísmo. Central en el pensamiento de Martin Heidegger es el tema del cuidado entendido como la condición existencial-ontológica del hombre, terreno fértil a través del cual la compasión se desarrolla, crece y encuentra su hogar. En su investigación, Simone Weil destaca la compasión como la capacidad de imaginar la situación de los demás, hasta el punto de despojarnos de nosotros mismos, para comprender plenamente la realidad de su condición. 

Si el cuidado de uno mismo y del otro es una condición profunda del ser humano, entonces en él se manifiesta la base más segura para comprender el significado de la compasión: una concretización y emanación del cuidado. La compasión no es un sentimiento piadoso, pietista, una especie de sentimentalismo hacia quien sufre, sino un sentimiento fuerte que nos hace sentir el deseo de cuidar la vida de los demás y presupone una falta total de voluntad de poder e imposición sobre los demás. La compasión es una forma de ser que trae consigo disposición a preocuparse del otro, dedicarse al otro, para intentar aliviar su dolor o liberarlo de él. La compasión también puede entenderse como un vínculo particular con quienes más sufren. 

La compasión puede definirse, por tanto, como un proceso que involucra la cognición, la afectividad, la voluntad, caracterizado por un conjunto de elementos fundamentales: en primer lugar, la capacidad de reconocer el sufrimiento como parte de la humanidad y de la vida a través de actitudes de empatía y de escucha de posibles sentimientos hostiles, sin juzgarlos o combatirlos, implementando decisiones que se consideren apropiadas para aliviar el sufrimiento de quienes están experimentando dolor en ese momento. 

Yo creo que se nos hace necesario cultivar el ungüento de la compasión que nos permita sanar las heridas del ego cada vez que se siente oprimido por la vulnerabilidad, por el fracaso, por el dolor para empezar de nuevo a pesar y a través de nuestras fragilidades. La compasión es una experiencia gratuita, un regalo, ofrecido al otro en un mundo con un funcionamiento predominantemente utilitario que la ignora cada vez más, donde no hay más tiempo para detenernos a mirar al otro, para acogerlo y escucharlo. Dado que los criterios dominantes hoy suelen ser la velocidad y el rendimiento, la compasión es inmediatamente considerada como un lujo, una pérdida de tiempo casi indecente, hasta el punto de excluirla de los procesos de aprendizaje y conocimiento sin siquiera prestarle atención. ¿Quizás esta "condena" de la compasión constituya uno de los muchos signos de nuestro tiempo, de su deriva individualista y mercantilista, que pretende borrar la carencia y vincula toda manifestación de debilidad a la vergüenza? 

Y, en cambio, la compasión nos capacita para reconocer la singularidad del otro, especialmente del más frágil e indefenso, y se convierte en el corazón palpitante de una cultura de proximidad y de atención a los demás. Así entendida, la compasión no es expresión y sentimiento de pietismo sino de una "competencia existencial" en el que cada uno de nosotros es, a la vez, alternativamente curandero y herido, sanador y sanado. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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