Cariño
Una tarde de domingo comencé a deambular por el centro de Vic (Barcelona) y caminando al azar llegué a una plaza donde había un grupo de niños jugando. La invasión de esa calidez emocional, de esa bondad, del cariño natural libre, me devolvió en media hora la fuerza y la claridad para disfrutar. Por supuesto, serotonina, etc. etc., pero la verdad es que aquellos juegos y gritos me habían hecho bien. De manera gratuita aquellos niños ofrecían el mayor de los cariños a través de sus juegos. Sus risas, sus carreras,…, transformaban todo en una ingenua, plácida y hermosa bondad en una tarde de domingo.
Ahí entendí que el cariño es neutro: no importa quién te lo dé, siempre y cuando te lo dé. Es algo que no puede verse afectado por el medio que lo transmite. El cariño llega o no llega, quién o qué te lo trae no tiene nada que ver. Y si no tiene segundas intenciones, está bien, siempre es positivo. Cuando estás en dificultades y recibes una mirada cariñosa se dice que te calienta el corazón, es un consuelo de alguien que se pone de tu lado, ya sea una persona fea o hermosa, un sabio o un loco. Pero incluso un objeto puede estimular nuestro afecto. No hablemos de que tu perro viva para ello. Su cariño es excelente, continuo. Y lo adoras no como a un perro, sino como a un perpetuo portador de cariño hacia ti.
Ni que decir tiene que el afecto tiene diferentes naturalezas según su origen, quién es el creador, un perro o un niño. Y de vez en cuando también se podría opinar sobre su carácter más o menos genérico. Sin embargo, no es necesario tener habilidades técnicas particulares (psicológicas o filosóficas) para reconocer el afecto. Todos somos ante todo "simples usuarios/productores" de afecto. Digamos que el buen vino se puede reconocer incluso sin ser sumiller, porque cuando encontramos cariño -o buen vino- lo percibimos como una señal de vida, una suave brisa tan importante que inmediatamente la identificamos y la tomamos sobre la marcha. Es un elemento esencial para vivir. Baruc Spinoza había dicho en el siglo XVII que el afecto "es beneficioso para la conservación" (en su Ética y al referirse al bien). Y para René Descartes “nos empuja a la acción”.
La naturaleza del cariño es vaga, ontológicamente "evanescente". Así el cariño se configura más como una intensidad que como un objeto, no se puede definir, pero existe y está entre nosotros y en ocasiones hace que nuestros días sean más apacibles e importantes. Como la poesía. El afecto se hace disponible, por así decirlo, a las circunstancias en las que poco a poco se encuentra actuando. El cariño es una de las pocas cosas que funcionan, absolutamente, porque es neutral, no necesita connotaciones, postergaciones, conexiones. Es una función en nuestras manos.
El problema es que hay que aprender a descifrar el afecto y hay que tener experiencia en ello. Mientras que en el mundo indiferenciado de los niños todo o casi todo es cariño, para los adultos es necesario verificar, desambiguar mensajes confusos, certificar la señal de cariño sincero. Una vez aprobado, ese cariño es recibido con la máxima adhesión. El afecto crea vínculos, más o menos tenues, pero claros y distintos. La verdadera práctica diaria consiste esencialmente en una búsqueda incesante de esta sutil empatía, porque siempre necesitamos una red, lo más densa posible, de cariño auténtico que consolide nuestro mundo emocional.
Lamentablemente, no todo el mundo está alfabetizado en el ejercicio del afecto. Hoy más que nunca, porque vivimos en una sociedad que ha internalizado el hábito del conflicto entre las personas. El miedo a ser engañados, humillados o traicionados es una constante en nuestra vida diaria.
El problema (afecto/desafecto) parecería ampliarse dramáticamente si se observa en el colapso de valores que se está produciendo actualmente. Nuestros comportamientos parecen cada vez más directamente inspirados en las razones del conflicto, nuestro conflicto privado (estoy enojado contigo), el conflicto social (los que como yo están enojados con los demás), el conflicto internacional (nosotros aquí lo tenemos con los de allá). ). Los sistemas de autocontrol ético-social parecen debilitados, y va ganando terreno la creencia de que arriesgar con nuevos sistemas de "diálogo con los hechos" se vuelve "pragmático", que actuar con la fuerza antes de acordar estrategias comunes es más convincente, más eficaz. Tendríamos que pensar detenidamente en la "afectividad" de la política contemporánea. En tal contexto, personalmente creo que la necesidad de afecto esté destinada a aumentar.
Las grandes crisis y los grandes problemas que nos aquejan ciertamente nos han debilitado, pero eso no quiere decir que la “función” del afecto deje de funcionar, se puede desencadenar con cualquiera que nos brinde cariño, porque el afecto es neutro y aceptarlo significa también que podemos hacer sentir bien a la persona que nos lo entrega.
P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF
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