Duc in altum: Remad mar adentro
Duc in altum! Esta palabra resuena hoy para nosotros, y nos invita a hacer memoria agradecida del pasado, a vivir con pasión el presente, a abrirnos con confianza al futuro: «Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre» (Hb 13,8).
Duc in altum! Hacerse a la mar es navegar en alta mar. Se nos invita todos a no detenernos en la orilla, sino a hacernos a la mar con valentía para anunciar el Evangelio. Jesús desde la barca, desde la Iglesia, habla a todos, sin excluir a nadie. Le pide a Pedro que ponga a su disposición la barca de su vida; sólo después de la predicación la barca de Pedro puede hacerse a la mar, puede entrar en la alta mar de la vida. Jesús fue a pescar con Simón y con los demás que estaban acurrucados en la orilla. Subió a la barca con ellos, los entusiasmó y los llenó de una palabra nueva. Luego les desafió: ¿Confiáis en mí? ¡Haceos a la mar!
Jesús dice 'Duc in altum', 'remad mar adentro'… Maestro, hemos trabajado toda la noche y no hemos pescado nada. Simón, el pescador, con estas palabras declara su fracaso, pero vuelve al trabajo, al servicio de la Palabra de Jesús, y el trabajo da sus frutos, debe comprender que no es su propia fuerza, astucia, inteligencia lo que le hace actuar. Jesús es la Palabra que obra lo que dice, los esfuerzos humanos no llegan a nada sin la ayuda del Señor. El Papa Francisco también nos recuerda que la Iglesia no comienza con nuestro hacer, sino con el hacer y el hablar de Dios... si Dios no actúa, nuestras cosas son nuestras y son insuficientes... el comienzo debe venir de Dios... sólo el preceder de Dios hace posible nuestro caminar.... Dios es el principio… En tu palabra echaré las redes: esta frase de Pedro es significativa, porque recuerda la confianza y la obediencia de la fe…
El Señor nos pide que confiemos incluso cuando la confianza parece resultar ineficaz e inútil, la confianza en la palabra de Jesús provoca la extraordinaria pesca...
La palabra de Dios llena las barcas. El Señor hace sentir a Pedro cuánto le ama.
También nosotros debemos encontrar la fe de Pedro y comprometer en ella toda nuestra vida. Cristo nos pide que «nos hagamos a la mar». Jesús nos pide que creamos, imaginemos, soñemos… en grande, que actuemos a un alto nivel, porque no podemos contentarnos con la mediocridad, con «quedarnos en un nivel bajo», con «quedarnos en la orilla». Debemos confiar en Él y tener el valor de «echarnos mar adentro».
¿De qué sirve un barco si no puede navegar?
A veces somos como maquetas de barcos. Por fuera tenemos todas las características de bautizados, cristianos,…, pero mientras no nos hagamos a la mar… Si el viento no entra nunca en nuestras velas, si nos quedamos descansando en cómodos pedestales… somos cristianos de salón, nunca experimentaremos la libertad y la plenitud que Cristo da a los que se arriesgan y se echan a la mar…
Sólo si nos hacemos a la mar, afrontando olas y vientos contrarios, podremos saber si nuestro barco está bien construido. Dios ha invertido mucho en ti, en mí, en nosotros, y quiere que estemos preparados para salir de puerto en cualquier momento, sin miedo a las olas, constantemente alerta para mantener el rumbo correcto. Nos ha dado todo lo que necesitamos para surcar nuevos itinerarios en las aguas profundas de la alta mar. Si queremos ver las maravillas del Señor en nuestras vidas, es necesario hacerse a la mar...
Levantar el ancla. Arriar las velas. Dejar que el viento
del Espíritu te lleve donde Él quiera... lejos de la orilla habitual tan
transitada, tranquila y segura... Fijar los ojos en el horizonte.
Estamos llamados a 'hacernos a la mar'. El mandato de Cristo es particularmente pertinente en nuestro tiempo, cuando una cierta mentalidad generalizada favorece la tentación de la seguridad tranquila y pacífica…
La primera condición para «remar mar adentro» es cultivar un profundo espíritu de oración alimentado por la escucha cotidiana de la Palabra de Dios. Quien abre su corazón a Cristo no sólo comprende el misterio de su propia existencia, sino también el de su vocación de errante peregrino siempre en salida a los cruces de los caminos, a los márgenes, a las periferias,…
Haceos a la mar: palabras de Jesús para los discípulos de ayer y para los discípulos de hoy.
Demasiado a menudo, en cambio, nos conformamos, vivimos en la «religión de lo suficiente»: bastante creyentes, bastante practicantes, bastante buenos, bastante justos, bastante comprometidos...
Y nos detenemos en la orilla. Inmóviles y entristecidos, porque las promesas y las sorpresas se esconden mar adentro... ¡pero no se puede estar toda la vida sólo en el término medio… hasta donde hacemos pie… rendidos… y creyendo solamente en lo que sea posible…
No nos rindamos, tengamos el valor de atrevernos con las esperanzas de los altos vuelos, de lo amplios horizontes. Incluso ante las experiencias más duras que la vida nos depare.
Hoy estamos llamados a remar mar adentro…
Hagámonos a la mar con Jesús en nuestra barca... Salgamos de nuestra seguridad… Si en la tormenta abandonamos la barca... morimos... Si seguimos remando juntos entonces se nos dará la pesca abundante abundante de la salvación, de la vida.
Hemos sido convocados, elegidos, llamados por Él para ponernos en su escuela, en su seguimiento, y dóciles a la escucha del Espíritu remar mar adentro siguiendo la llamada de la voz del Señor… Levántate y ponte en camino… para navegar sobre la mar y seguirle «como Él quiere y donde Él quiere», «como Él quiera y donde Él quiera»... sabiendo que Él está al timón del barco...
'Duc in altum', 'haceos a la mar', 'remad mar adentro', 'adentraos en la profundidad', 'poned los ojos fijos en el horizonte',…, Imaginad, soñad, creed… Id a la otra orilla… Poneos en camino… Salid… Son los imperativos del Señor.
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