miércoles, 5 de marzo de 2025

Algunos puntos sobre la muerte.

Algunos puntos sobre la muerte

Del sufrimiento siempre surge vida, muerte y renacimiento, grano de trigo y fruto. Incluso un psicólogo dice que “si sólo existiera el sol habría estancamiento”. La muerte y el sufrimiento dan vida porque te obligan a despojarte, te obligan a relacionarte. 

La gente muere como vivió. 

Debemos unir con la muerte y el sufrimiento el propósito de nuestra vida, que son las relaciones. 

Estar cerca de los que sufren es esperanza, te enseña a vivir el aquí y el ahora. Recibir ayuda de un paciente terminal no es fácil, se utilizan pocas palabras, a veces sólo miradas. El sufrimiento posibilita ciertas palabras y ciertos acordes que una vida más plena no posibilita. 

Pensemos en María, imagen del Stabat Mater -poema atribuido a Jacopone da Todi-. En el sufrimiento de quienes nos rodean no hay fórmulas mágicas, hagamos como María, estaba, nada más. 

Le dijeron que daría a luz al Hijo de Dios que salvaría al mundo y ahora lo están crucificando delante de ella, la peor de las sentencias de muerte. María no hace cosas extraordinarias, ella estaba. Debemos estar con aquellos que sufren, estar cerca de ellos y no hacer nada especial, simplemente quedarnos, estar ahí, ser parte de su dolor con la presencia de su dolor. Nada más, María estaba allí y sufría. 

Eutanasia, como tengo miedo a la muerte y al sufrimiento quiero ser yo quien decida cuándo. Quien sufre, en cambio, puede experimentar la renuncia al poder y ser ello mismo un elemento de conversión. 

Es mejor visitar una casa donde hay luto que visitar una casa donde hay banquete, porque ese es el fin de todo hombre y el que vive debe reflexionar sobre ello. La tristeza es preferible a la risa, porque con una cara triste el corazón se siente mejor. El corazón de los sabios es una casa de luto, y el corazón de los necios, una casa de fiesta (Eclo 7, 2-4). 

En mi opinión, Qohelet, los optimistas me perdonarán, era un hombre esperanzado a su manera: deberíamos poder permanecer en una casa de duelo con el corazón en celebración. 

Traigo a mi memoria la imagen de Jesús y la viuda de Naín (Lc, 7, 11-17). Jesús se detiene, toca. Necesitamos el cuerpo, necesitamos tocar el cuerpo del muerto, sentir su dureza, oler el olor de la muerte. Jesús tiene compasión, pero no es una piedad miserable. El verbo griego splankìzomaiσπλαγχνίζομαι- indica el giro de las vísceras, es el verbo de los dolores del parto, "retorcer las entrañas", y da nombre al nervio que hace contraer el abdomen. 

Si Jesús no creyera que los seres humanos pueden recuperar a sus hijos, estaría desesperado y habría dejado hace mucho tiempo este servicio de predicar y hacer visible el Año de Gracia, la Buena Noticia del Reino de la Vida. Probablemente ni lo hubiera iniciado. 

Es la soledad la que nos hace sufrir, casi sentirnos huérfanos, ser persona es: “el grito del ser que digo a otro”, nuestro ADN es trinitario, somos relaciones que necesitamos de los demás. La experiencia de la muerte nos empuja con fuerza a ese grito y nos enseña la misericordia. 

La entrega de lo que hacemos en la muerte es testimonio y responsabilidad hacia el mundo, es la última parte que damos. Olvidas los regalos de Navidad de tus padres, pero cuando un padre muere, nunca lo olvidas durante el resto de tu vida. 

Guardar con cariño los momentos… No nos damos cuenta ahora, pero son momentos muy importantes en vuestra vida. Al final de la vida lo entenderemos. Tantas veces he pensado en esta etapa de mi vida la sabiduría de aquellas palabras de Jesús a Pedro: “lo entenderás más tarde” (Jn 13, 7).

Vivir sabiendo que debemos morir y, por lo tanto, aprender a morir. Es quizá la significado de aquella monición de la ceniza cuaresmal: “memento, homo, quia pulvis es et pulverem reverteris”. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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