Una Cuaresma de fragilidad y derrota
En el eco constante de voces y discursos, de exhortaciones y amenazas, la Palabra ya no se escucha. Es el tiempo de hoy, de estas semanas en que vivimos, en un caos creciente, en posturas cada vez más retóricas y cada vez más peligrosas. Muchas palabras resuenan en el discurso público y mediático, y estas palabras no son la Palabra.
Hay un silencio de la Palabra y de aquellas palabras que Ella inspira: misericordia, perdón, amor, fraternidad, acogida, bondad, servicio… son palabras que ya han pasado de moda.
Si miramos con valentía el panorama que tenemos ante nosotros, debemos admitir que estamos ante una derrota: la Palabra ya no dice, la Palabra ya no habla. El discurso está continuamente alimentado por la violencia y la opresión. Y trágicamente, las palabras son seguidas por acciones.
Es una derrota del Evangelio. Incluso aquellos que con autoridad y convicción representaban públicamente la única voz creíble de la humanidad, arraigada en la Palabra, experimentan ahora una extrema fragilidad, una profunda debilidad, dentro de los confines de una habitación de hospital.
Esta Cuaresma del 2025 es una verdadera Cuaresma. Debería ser una Cuaresma Jubilar, pero ¡qué lejos está del Jubileo que tuvo otras resonancias, otros horizontes!
Y, sin embargo, hoy, esta derrota pública de la Palabra, esta debilidad del Evangelio, es el verdadero Evangelio, el Evangelio auténtico: ¿qué es la Cuaresma sino el período en el que el cristiano se acerca al testimonio radical de Cristo en la cruz?
Por supuesto, tenemos fe en una resurrección y sabemos que hay signos de vida, aunque todo el aparato de acción y discurso parezca afirmar lo contrario. Lo bueno está ahí y sobrevive. Pero hoy es difícil verlo.
Pero esto es Cuaresma: derrota, fragilidad, silencio.
El cristiano vive en la confusión, en una preocupación por el destino del mundo que lo convierte en compañero de hombres de buena voluntad. Ciertamente no es la primera temporada oscura de la historia, ni será la última. Pero cada temporada oscura tiene su peso, y nosotros hoy tenemos que so-portar este peso.
Esta Cuaresma del 2025 es verdadera, sin embargo: porque nos acerca a Jesús que permanece fiel al Dios que revela, hasta el final, hasta la entrega de su vida, frente a la mentira y a la violencia.
Seguiremos esforzándonos por ver lo bueno, seguiremos buscando la verdad de la Palabra, seguiremos intentando perspectivas de humanidad. Pero el silencio de la Palabra no debe ocultarse: en estos días parece haberse silenciado, parece no resonar más. Asfixiada, ignorada o, peor aún, utilizada y explotada para afirmar lo que no es, lo que rechaza: el mal, el egoísmo, la arrogancia, el engaño.
Son días en los que se siente la tentación de la indiferencia, abrumado por demasiado caos, por demasiadas injusticias. Son días en los que la medida de la impotencia del bien puede empujar al cierre egoísta.
En cambio, miremos esta derrota a los ojos y afrontemos esta fragilidad. Volvamos a la Palabra, detengámonos en el Sermón de la Montaña. Recordemos que la ley de la historia no es sólo la de la fuerza, sino también la del Magníficat: «Derribó de los tronos a los poderosos y exaltó a los humildes».
P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF
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