jueves, 1 de mayo de 2025

No creo en ese Dios.

No creo en ese Dios

Varias personas me han preguntado por qué digo que no creo en ese Dios. Esta es mi respuesta. 

No me gustan los que se portan bien por miedo a ir al infierno. Prefiero a los que se portan bien porque les gusta portarse bien. 

No me gustan los que son buenos para complacer a ese Dios. Prefiero a los que son buenos porque son buenos. 

No me gusta respetar a mis semejantes porque son hijos de ese Dios. Me gusta respetarlos porque son seres que sienten y sufren. 

No me gusta quien se dedica al prójimo y cultiva la justicia pensando que así complacerá a ese Dios. Me gusta quien se dedica al prójimo porque siente amor y compasión por las personas. 

No me gusta sentirme en comunión con un grupo de personas estando callado dentro de una Iglesia escuchando una Misa. Me gusta sentirme en comunión con un grupo de personas mirando a mis amigos a los ojos, hablando con ellos y viendo su sonrisa. 

No me gusta emocionarme ante la naturaleza porque ese Dios la ha creado tan bella. Me gusta emocionarme porque es tan bella. 

No me gusta consolarme ante la muerte pensando que ese Dios me acogerá. Me gusta mirar a la cara la limitación de nuestra vida y aprender a sonreír con cariño a la hermana muerte. 

No me gusta encerrarme en el silencio y rezar a ese Dios. Me gusta encerrarme en el silencio y escuchar las infinitas profundidades del silencio. 

No me gusta dar gracias a ese Dios: me gusta despertarme por la mañana, mirar el mar y dar gracias al viento, a las olas, al cielo y al perfume de las plantas, a la vida que me hace vivir y al sol que sale. 

No me gustan los que me explican que ese Dios creó el mundo, porque creo que ninguno de nosotros sabe de dónde viene el mundo; creo que los que dicen saberlo se engañan; prefiero mirar al misterio a la cara, sentir su tremenda emoción, antes que intentar apagarla con cuentos de hadas. 

No me gustan los que creen en ese Dios y por eso saben dónde está la Verdad, porque creo que en realidad son tan ignorantes como yo. Creo que el mundo sigue siendo para nosotros un misterio infinito. 

No me gustan los que saben las respuestas. Me gustan más los que buscan las respuestas y dicen «no lo sé». 

No me gusta quien dice saber lo que está bien y lo que está mal, porque está en una iglesia que tiene el monopolio de ese Dios y no ve cuántas Iglesias diferentes hay en el mundo. Cuántas morales diferentes, y todas sinceras, hay en el mundo. 

No me gusta quien dice a todos lo que tienen que hacer, porque se siente fuerte gracias a su Dios. Me gusta quien me da consejos discretos, quien vive de una manera que me sorprende y admiro, quien toma decisiones que me emocionan y me hacen pensar. 

Me gusta hablar con mis amigos, intentar consolarlos si sufren. Me gusta hablar con las plantas, darles de beber si tienen sed. Me gusta amar. Me gusta mirar el cielo en silencio. Me gustan las estrellas. Me gustan infinitamente las estrellas. 

No me gusta quien se refugia en los brazos de una religión cuando está perdido, cuando sufre; prefiero a quien acepta el viento de la vida y sabe que los pájaros del aire tienen su nido, pero el hijo del hombre no tiene dónde recostar su cabeza. 

Y como me gustaría ser como las personas que me gustan, y no como las que no me gustan, no creo en ese Dios. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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