Dios no busca siervos, sino amigos
Mientras iban de camino... una mujer llamada Marta lo acogió. Tiene el cansancio del viaje en los pies, el dolor de la gente en los ojos. Entonces, descansar en la frescura acogedora de una casa, comer en compañía de personas sonrientes es un regalo, y Jesús lo acoge con alegría.
Cuando
una mano le abre una puerta, Él sabe que allí dentro hay un corazón que se ha
abierto al amor. Tiene un destino, Jerusalén, pero no «pasa de largo»
cuando encuentra a alguien. Para él, como para el buen samaritano, cada
encuentro se convierte en un destino, en un objetivo.
Jesús
entra en la casa de dos mujeres de Israel, excluidas de la formación religiosa,
va directamente a su casa, porque ese es el lugar donde la vida es más
verdadera. Y el Evangelio debe hacerse verdadero en el corazón de la vida.
María,
sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Sabiduría del
corazón, el don de saber elegir lo que es bueno para la vida, lo que da paz y
fuerza: porque el hombre sigue los caminos que le dice su corazón que le
llevarán a la felicidad -San Agustín-.
Me gusta
imaginar a estos dos totalmente absortos el uno en el otro: Él dándose, ella
recibiéndolo. Y los siento a los dos felices, Él por haber encontrado un nido y
un corazón que le escucha, ella por tener un rabí solo para ella, para ella que
es mujer, a quien nadie enseña. Él totalmente suyo, ella totalmente suya.
A María
le debía de arder el corazón aquel día. Desde ese momento, su vida cambió.
María se volvió fecunda, vientre donde se custodia la semilla de la Palabra, y
por eso no podía dejar de convertirse en Apóstol. Durante el resto de sus días,
en cada encuentro regalará lo que Jesús sembró en su corazón.
Marta,
Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas. Jesús, con el cariño
que se tiene a los amigos, reprende a Marta, pero no contradice su servicio,
sino su afán, no el corazón generoso de Marta, sino su agitación. A todos
repite: cuidado con el exceso que acecha, con el exceso que puede surgir y
engullirte, que afana, que aparta el rostro de los demás.
Marta,
parece decir Jesús, a ella y a cada uno de nosotros, primero las personas,
luego las cosas.
Jesús no
soporta que Marta se vea confinada a un papel de servicio, que se pierda en las
demasiadas tareas domésticas: tú, le dice Jesús, eres mucho más; tú puedes
estar conmigo en una relación diferente, no solo de intercambio de servicios.
Puedes compartir conmigo pensamientos, sueños, emociones, conocimientos,
sabiduría.
«María
ha elegido la mejor parte», es decir, ha comenzado por el lado correcto
el camino que lleva al corazón de Dios. Porque Dios no busca servidores, sino
amigos, no busca personas que hagan cosas por Él, sino personas que le dejen
hacer cosas dentro de sí mismas.
P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF
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