martes, 24 de junio de 2025

La verdadera acogida es el corazón abierto.

La verdadera acogida es el corazón abierto 

La composición original de esta palabra es: ad-cum-ligere 

«Ad» indica la actitud de la persona que está «disponible» para la acción expresada por el resto de la palabra. 

«Cum» es «con», es decir, estar juntos, unidad. 

«Ligere» indica la acción de unir en un haz, recoger algo que se encuentra disperso y reunirlo de forma ordenada. 

Literalmente, por lo tanto, acoger indica la disponibilidad a reunir de manera ordenada lo que nos llega de la realidad, lo que viene hacia nosotros, en una unidad con nosotros mismos tal que produce el sentido de esa realidad dentro de nosotros. 

En el Jubileo de la Esperanza, esta palabra adquiere dos significados importantes. 

El primero está relacionado con nuestra relación con Dios. En este tiempo podemos recordar que el amor infinito y misericordioso de Dios nos llega, viene a nuestro encuentro como un regalo no buscado, un regalo que nos precede. Ante esto, podemos estar abiertos («ad») a reunir («cum») nuestro ser y ese amor regalado, para encontrar un sentido a nuestra vida («ligare»), entendida como un regalo de Dios. 

Podemos dejar de vivir a Dios como uno de los muchos apoyos existenciales para mantenernos en pie y dejarnos enamorar de Él, hasta el punto de convertirlo en nuestro «hogar», el lugar donde habitamos existencialmente. 

Por eso, la primera actitud del Jubileo no es hacer algo para adquirir más valor, incluso a los ojos de Dios, sino disponerse a acoger la vida y el amor de Él como un regalo inesperado, reconociendo que ya somos amados, porque estamos vivos, porque tenemos fe, porque intentamos amar: «Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado. Permaneced en mi amor» (Jn 15,9). 

El segundo significado consiste en traducir este amor acogido en amor acogedor. Ya para los judíos, el Jubileo se realizaba, incluso antes que en la penitencia, el ayuno y la oración, en la acogida del pobre y del extranjero: «¿No es acaso este el ayuno que quiero: […] partir tu pan con el hambriento, meter en tu casa a los desamparados, vestir al desnudo y no rehuir a tu pariente?» (Is 58, 6-7). 

Para quienes creen en Jesús, esto es aún más válido: «Cada vez que hicisteis esto a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí lo hicisteis» (Mt 25,40). Pero tampoco aquí hablamos de una acogida hecha para cumplir un deber o para descargar nuestra conciencia. La acogida no es sinónimo de soportar y sacrificarse; es, por el contrario, disponibilidad («ad») para reunir junto a nosotros («cum») a las personas y las realidades que encontramos, tratando de encontrar un sentido a nuestra vida con ellas («ligare»), hasta el punto de poder construir juntos un «hogar». 

Es la manera de hacer concreto y real el mandamiento de Dios: «Misericordia quiero, y no sacrificio» (Mt 9, 13). 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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