Nuestros
Obispos ya han tomado partido
En el pasado, durante los diferentes escenarios políticos y en las diversas campañas electorales, no han faltado intervenciones más o menos explícitas, menos o más soslayadas, por parte de representantes de primer orden de la Iglesia católica.
Dicho sea de paso, España es el país donde las derechas y las izquierdas también se han alimentado de parroquias afines y de asociaciones y movimientos proclives que eran el sustento vital de su cuerpo y militancia.
La
historia también enseña, si se quiere estudiar y aprender, que razones de
cierta Iglesia católica han coincidido con razones de cierta política del abanico
más o menos moderado de las derechas. Si se quisiera meter el dedo en la llaga,
bastaría echar mano de las hemerotecas de la transición española a esta parte.
Sin necesidad de recurrir a un pasado remoto de la transición española hacia 40
años más o menos atrás de nacionalcatolicismo español - que algunos añoran,
aunque no lo confiesen seguramente por rubor, con nostalgia como tiempo deseable, quizá incluso sublime
-.
Pero, dejando a un lado el pasado, y tratando de centrarnos en el presente, las declaraciones del Presidente de la Conferencia Episcopal Española, y el posterior respaldo de esta, sobre la conveniencia y/o posibilidad de un adelanto electoral en nuestro país, despiertan desde fantasmas hasta suspicacias.
Por
supuesto, también se despiertan comparaciones con otras situaciones análogas de
la política nacional del país en las que no sé si ha habido la misma determinación
y rotundidad en los deseos y manifestaciones de parte de la cúspide la Iglesia católica
española.
Está por
ver si ese tipo de declaraciones son acordes o no a la función institucional del
Presidente de la Conferencia Episcopal, o si hay o no una extralimitación tan inútil
como perjudicial, o si existe o no oportunismo, o si la Iglesia no se convierte
en el tonto útil de los postulados de ciertas sigas políticas. Los
acontecimientos políticos recientes están endureciendo más si cabe el ya áspero
y duro debate político. Uno puede estar entendiendo que está defendiendo, proponiendo
y luchando por una causa que cree legítima aunque de hecho esté siendo
manipulado por cierta ideología hostil a lo que está legítimamente establecido
como gobierno de un país.
Ahora
bien, la cuestión no se refiere a la injerencia más o menos explícita, o más o
menos legítima, de la jerarquía católica en los «asuntos» sociales, sino al
objeto de la controversia. Y si los Obispos están obligados a hacer oír su voz
siempre que lo consideren oportuno, está por ver, sin embargo, si las actuales
circunstancias sociales son o no la oportunas. Porque en esta ocasión no me
queda tan claro que la invitación de la Conferencia Episcopal Española toque aspectos
éticos, de conciencia religiosa y, tal vez, como ha ocurrido en el pasado,
cuestiones relacionadas con el final de la vida, el aborto, los matrimonios
entre personas del mismo sexo, los temores por el imparable progreso
científico, etc.
Esta vez,
la invitación de la Conferencia Episcopal Española se refiere a una
circunstancia eminentemente política de un partido que lidera legítimamente un
gobierno y lo hace dando la sensación de no distanciarse de la estrategia
mediática general de los partidos nacionales de la derecha. Hay incluso quien
sospecha que esa estrategia mediática hasta a lo mejor se está aprovechando de esa
misma Conferencia.
Precisamente
en este debate político, tan aburrido y manido de unos contra otros, y de otros
contra unos, repleto de agresiones verbales, descalificaciones, …, bien
orquestadas por las redes sociales y los medios de comunicación de cualquier
color o tendencia política, uno no acaba de entender la razón de ser de la
entrada en escena de los Obispos, ya que si esta deriva episcopal declaratoria,
y hasta moralista, empieza a cobrar consistencia y a repetirse en este tipo de
fango politiquero de nuestro país, hasta se puede volver contraproducente para
ellos mismos e incomprensible para todos nosotros los que no estamos en la cúspide
sino en la base y, en conciencia y legítimamente, votamos un partido político y
otro.
¿Qué
harán la próxima vez nuestros Obispos? ¿Señalarán el camino o escenario o
estrategia política presuntamente mejor, el eslogan político presumiblemente más
veraz, identificarán aquellas señas partidistas pretendidamente más éticas?
¿Disertarán sobre las estrategias políticas a seguir en nuestro país? Y además,
¿dónde está escrito que los Obispos saben cuál es el momento oportuno para dar
la receta adecuada en las decisiones políticas del país?
P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF
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